Las demencias en general, y a la enfermedad de Alzheimer en particular, tienen consecuencias devastadoras para quienes las padecen (aumento de mortalidad, morbilidad, merma de calidad de vida), para sus cuidadores (salud psico-física, impacto familiar, etc.) y para la sociedad (consumo de recursos socioeconómicos). La prevalencia, ligada al envejecimiento poblacional y la mejora de la sensibilidad y tecnología diagnóstica, es alta y tiende a crecer, configurando uno de los principales problemas de Salud Pública en las sociedades desarrolladas.
Los pacientes con demencia son el prototipo de pacientes vulnerables, tanto desde el punto de vista clínico, como personal, familiar y social. Garantizar a ellos y a sus familias el acceso a una atención sanitaria y cuidados sociosanitarios en cantidad y calidad suficientes, en función de sus necesidades cambiantes, es un reto profesional y ético que nos atañe a todos (profesionales implicados, sociedad en general).